miércoles, 17 de enero de 2024

El Legado de Cristina

 Todo tiene un final, todo termina. Al menos en apariencia, porque el Opa bien sabe que en la Comarca no se termina nada en forma definitiva, que hasta los más desangelados de los fracasos pueden ser el día inicial de un retorno infausto. Terminó, por lo pronto, el gobierno de Alberto, “el okupa”, “mequetrefe”, “pitito”, “el Angustias”, entre otros apodos acaso menos crueles. No significa que haya terminado esa asociación ilícita de la que emergió convertido en candidato a presidente hace cuatro años y medio; tan sólo se ha iniciado un hiato, un intervalo marcado por la marcha pendular e idiota hacia el extremo derecho de este tablero roto que todavía subsiste en los mapas.

María Isabel Fernández de K, faraona egipcia, autopercibida abogada, ha dejado por fin un legado a la altura de su construcción política: un fantoche de utilería controlado por una repostera tarotista y que juntos encabezan el tren fantasma de la derecha de la Comarca. Que acceda a la primera magistratura de la Comarca un energúmeno violento, intolerante, con rasgos psicopáticos y un discurso consistente en un aglomerado de slogans mal ensamblado sólo pudo ser posible si fue antecedido por el reinado de una energúmena violenta, intolerante, con rasgos psicopáticos y un discurso consistente en un aglomerado de slogans mal ensamblado, pero de signo opuesto. Ellos, los energúmenos (les energúmenes), se regocijaban locuaces y risueños como escolares en el acto de traspaso del mando, mientras el presidente saliente se deterioraba detrás de los cortinados y las instituciones. Él le dijo “quedate tranquila”. Y ahora sabemos a qué se refería.

Porque el novísmo ministro de Justicia, que hasta ayer fue abogado de los empresarios imputados en la causa “Cuadernos”, ya confirmó que el Ministerio a su cargo no va a querellar a esos imputados, ni a nadie, en ninguna de todas las causas de corrupción que se convirtieron en encarnadura del kirchnerato. Para ratificarlo, hizo designar a su socio en su estudio jurídico como Director de la Oficina Anticorrupción. Es lo que se llama “pisar la pelota”. Tampoco impedirá un fraude colosal vinculado con la estatización de la empresa petrolífera de la Comarca, que beneficiará a los testaferros de Cristina.

Hace tiempo y en otra vida, el Opa sostenía que lo que se oculta detrás de cada populismo salvaje (de derecha y de izquierda, que son equivalentes) es un relato extremista que simplifica los análisis para esconder los casos más flagrantes de conflicto de intereses. En otras palabras, que se idiotiza el discurso para distraernos de la apropiación del Estado por parte de los privados a los que éste debe controlar. Así, un abogado defensor de empresarios, políticos corruptos y narcos, se convierte en Ministro de Justicia. El nuevo titular de la Comisión Nacional de Valores es abogado de un fondo de inversión denunciado por fraude ante la misma CNV que debe fiscalizarlo. La Canciller, heredera de una cadena de bancos, firmó un decreto que desregula a bancos como el suyo. Ejemplos proliferan.

Pero en este contexto además se ha deteriorado tanto el debate público que casi no queda nadie que no quiera psicopatear al prójimo por un lado o por el otro. Desde los medios, desde las redes, desde la cultura (esa “tura de turas” que irritaba a don Julio Cortázar), el nivel de patrullaje ideológico se ha vuelto tan insoportable como estéril y bobo. Si uno cuestiona la constitucionalidad de un decreto, es acusado de kirchnero-castrochavista por los esbirros del “Papadas”. Si uno pondera la razonabilidad de alguna de las medidas propuestas, se convierte en un cipayo vendepatria odiador de pobres. A todos ellos, el Opa respondería parejamente con una cita del gran Amadeo Sabatini: “que se vayan a la concha overa de la puta madre que los parió”. Don Amadeo respondió así al mandadero de Perón que le había preguntado cuánto dinero quería para ser su vicepresidente. Ese noble exabrupto merece ser recitado cada vez que un ciudadano se encuentre incordiado por orates que levantan el índice acusador de la mano derecha o de la izquierda, dividiendo el mundo en los buenos (nosotros) y los malos (ellos).

El Opa vino a hablar de conflicto de intereses. Porque es eso lo que muestra qué es lo que vino a hacer este gobierno de infames. Para quién van a gobernar. En este caso, para la casta que busca impunidad: militares genocidas, políticos del menemismo, empresarios coimeros, narcos de Nordelta, funcionarios de Cristina. El Opa mira a sus vecinos, aferrados a lo que queda de su status de clase media, mirando al vacío, hacia abajo, tratando de no caerse. Muchos de ellos votaron al Papadas en defensa propia, para sacarse de encima la corporación mafiosa conducida por el peornismo, pero son ellos los que pagarán el ajuste y el dolor, las privaciones y la vergüenza. Después, posiblemente, si todavía hay elecciones en la Comarca, seguramente volverá Cristina. O algún sucedáneo del Angustias, repitiendo el péndulo idiota.

Entre tanto el Papadas despliega su fanatismo mesiánico ante los líderes del capitalismo, esperando una palmada en el lomo o algún hueso no tan roído. Pero da vergüenza, tanto como daba vergüenza el Angustias cuando tropezaba con un micrófono. Es que cuando en la Comarca uno crea que no se puede ser tan energúmeno como el presidente saliente, viene el entrante y te demuestra que sí, que siempre pueden, que hay siempre algo más para rascar del fondo de la olla de la inepcia y la soberbia. De un pituco flojito de papeles pasamos a un profesor beodo con el dedito levantado, y de allí al líder de una secta de medievales, tarotistas y vedettes de baja estofa, analfabetos orgullosos, cada uno en su berrinche, dando ocote urbi et orbe, como se dice en la Comarca.

Cada vez que sale de la Comarca, al Opa le preguntan cómo es posible que sus compatriotas hayan elegido a semejante imbécil, y debe responder señalando al imbécil anterior, y al anterior, y al anterior, a cada oscuro albañil del desaliento.

jueves, 26 de octubre de 2023

Psicópatas abstenerse

 Hubo elecciones, tristes elecciones en la Comarca. El Opa no pudo votar desde su lejano terruño adoptivo, a pesar de haberse empadronado a tiempo y corroborar hace meses que ya se encontraba en el padrón correspondiente a su embajada. Pero el día de las elecciones volvió a aparecer en el padrón de su ciudad natal, en una escuela en la que jamás había votado. Misterios de la ingeniería electoral de la Comarca, aunque nada original a juzgar por los miles de compatriotas en el exterior que tuvieron idéntico problema para ejercer el sagrado derecho del voto.

Pero eso no fue lo más triste. Lo más triste fueron los resultados. Ganó un Don Corleone del conurbano, y segundo salió un mediocre Bolsonaro ensamblado en La Salada. La corrupción y la violencia. La mafia y el golpismo. Fue una enorme, inconmensurable derrota de la democracia republicana y liberal, porque inevitablemente el próximo presidente será un tullido moral que sólo aportará pobreza, violencia y crimen a la Comarca.

Las calamidades no vienen solas, desde el mismo momento en que comenzaron a publicarse los resultados, los psicópatas de la primera y segunda minoría comenzaron a presionar a los votantes de las otras fuerzas para que los voten en segunda vuelta. Cayeron en esa operación funesta los integrantes de la fórmula presidencial que salió tercera, a la que el Opa hubiera votado si hubiera podido. Preanunciando un acuerdo que quizás ya habían cerrado antes, resbalaron hacia un apoyo inconsulto e inmediato al candidato del fascismo criollo, a los terraplanistas y apologistas del terrorismo de estado. Acaso fueron presionados (¿carpeteados?) por Macri, que desde hace tiempo venía sosteniendo al fascista a costa de su propia candidata, a la que sostuvo a su vez para poder destrozar a su heredero natural. Un calabrés con “daddy issues”, necesitado de violentar a su propia descendencia -política- para vengar simbólicamente el desprecio con que lo trataba su padre. El Opa no lo quiso ver, aunque estaba a la vista del mundo entero.

Pero no todo está perdido: con una dosis imprevista de cordura y coraje, los dirigentes del partido al que el Opa se afilió al llegar a la mayoría de edad emitieron un comunicado declarándose prescindentes. Sostienen que ambos candidatos son un peligro para la democracia, y que no es responsabilidad del partido elegir cuál de los dos males van a propinarle a la Comarca. La misma posición tomó el más pequeño de los partidos de la coalición. El partido de Macri, que parió a los dos precandidatos de la coalición, y de la que salió la candidata a presidente, ya está dividido. Florecen como cactus los dirigentes que se declaran también prescindentes, y que no están dispuestos a ser entregados como un paquete en la cueva de los fascistas. En todos los casos, se procura preservar la coalición, que en sí misma ha sido un artefacto político exitoso y resiliente, aun en las derrotas. Es opinión del Opa que logrará mantenerse unido a pesar de todo. Así lo quieren los 10 gobernadores, y la mayoría de los legisladores, y así lo necesita la estabilidad democrática.

Lo interesante es el nivel de psicopatía que manejan en las redes los seguidores del terraplanista. Toda su campaña fue un festival de insultos, de desprecio y de calumnia; necesitados ahora de esos votos que han repudiado, recurren a la violencia y la amenaza para persuadir a esa minoría del tercer lugar de que tienen que votar a su candidato. En nombre de una patria cuyos confines desconocen. En nombre de una libertad que sólo quieren para sí mismos y no para todos. En nombre de valores que palmariamente desprecian. Caterva de resentidos, exigen que uno se humille ante ellos para que tengan la oportunidad de seguir humillándonos.

Es que algo han destrabado, algo se ha abierto que tomaron los micrófonos las hordas de violentos que se mantenían en silencio, sabedores talvez de su propia inepcia. Se ha abierto la caja de Pandora donde se guardaban los resentidos sin voz, y han copado los escenarios con la furia de los conversos y los vengativos. Es la venganza del hombre mediocre, del que por fin puede gritar porque su grito de odio es legitimado y aplaudido por sus pares. La reivindicación de quien culpa al mundo de sus malas decisiones, individuales y colectivas, y no está dispuesto al esfuerzo mínimo de aprender dónde se equivocó y dónde va a volver a equivocarse. Porque su certeza es fanatismo: apoyados en la nada misma sostienen como un artículo de fe que su líder resolverá todos los problemas con magia y grito. Si sale todo mal otra vez, será culpa de los demás. Por ejemplo, de quienes no se sumaron a su cruzada psiquiátrica.

Del otro lado, el silencio. Psicópatas también de toda la cancha, negando todos los males que han causado y que causan, gaslighters alucinados que ven Noruega donde existe Namibia, amparados en el estado de desaliento y resignación que ellos mismos han causado, profetas de la decadencia y el vaciamiento. Tienen, por fin, una sociedad paralizada de miedo, acurrucada en posición fetal en el suelo de la humillación y el hambre, apaleada por la inflación y la incertidumbre, encandilada con la ostentación de los millones malhabidos como se encandila un animal con las luces del auto que está por atropellarlo. Ya han sometido a la Patria. Ya han avasallado al pueblo. Disfrutan con gesto impoluto y disociado de las mieles electorales y la paz del cementerio.

Y en ese contexto es que el Opa mira, desde lejos, cómo su patria le queda cada vez más lejos, más enajenada. Se pregunta cómo volver. Dónde volver. A hacer qué, exactamente, aparte de la visita a los afectos. Acaso eso sea todo lo que hay por hacer en la Comarca. Emborracharse con ellos, anestesiarse sabiendo que uno tiene pasaje de regreso a algún otro lugar de la galaxia, tratando de ignorar que ellos no, que la familia y los amigos seguirán allí, en ese lugar desolado y yermo.

lunes, 14 de agosto de 2023

TRES PUNTOS

 

Han pasado las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, que en la Comarca se apodan PASO. El Opa se encuentra en lejanas playas del ánimus, por lo tanto no ha podido cumplir con su deber cívico: el gobierno de la Comarca se encargó de impedir que voten en las PASO quienes han logrado cruzar las fronteras. Es natural, cualquiera que viva en casi cualquier región de la galaxia habrá experimentado en su vida, sus proyectos y su bolsillo las delicias de un gobierno relativamente normal; por lo tanto, nadie que viva afuera vería virtud alguna en el rejunte de psicóticos que desgobierna la Comarca.

En los meses previos se sugirió un escenario de tres tercios, con las tres principales fuerzas recibiendo cantidades relativamente equivalentes de votos. Este análisis, que no era irrazonable, se desmoronó a medida que pasaban las elecciones provinciales en las que el peornismo y Juntos por el Cambio se disputaban cada jurisdicción, ante la calamitosa performance electoral de los candidatos locales del profeta del odio. Milei, que de él hablamos, no se molestó en crear algo así como un partido nacional. En cambio, fue dejando que una policromática caterva de energúmenos de disputara su nombre para ir a juntar votos en sus respectivas peceras. El resultado rara vez superaba el 3%, y por eso los analistas serios creían terminado el experimento Milei. Obtusos, chantas y con profunda miopía para mirar más allá de la capital de la Comarca, se lanzaron a conclusiones tan apresuradas como idiotas. Y finalmente muy equivocadas.

Porque Milei ganó las PASO con un 30,04%. Pero el Opa observa que los otros candidatos han terminado muy cerca: Patricia Bullrich ganó su interna y en conjunto su coalición obtuvo un 28,27%, en tanto que el Ministro de Economía de la hiperinflación y la superpobreza logró un 27,27%. Tres puntos entre el ganador y el tercero. Tres puntos. Menos, estrictamente, 2,77%. El Opa se pregunta cómo se proyecta eso hacia las elecciones generales de octubre, las que valen.

Milei puede ganar votos porque muchos votan a ganador. Por exigua que sea su diferencia, lo cierto es que ha ganado las elecciones, y eso lo inyecta dentro del mainstream político. El impulso anímico que ello dará a sus seguidores y votantes será enorme, porque saben que pueden ganar, que pueden volver a ganar, que tienen la victoria electoral al alcance de sus garras, y que ni la compraventa de candidaturas, ni el coqueteo incestuoso del candidato con su hermana, ni su conexión telepática con sus perros occisos han hecho mella en las ganas de votarlo.

Milei puede perder votos entre quienes solamente quisieron “asustar” a “la casta” y castigar al gobierno, pero que no querrían un orate semejante al mando de la Comarca. Sospecha el Opa, sin embargo, que son menos los votos que se le escaparán que los que pueda sumar por el efecto de euforia electoral.

Patricia Bullrich logrará retener los votos de Horacio Rodríguez Larreta, el ciborg al que un focus group alentó a mostrarse humano, desperfilándolo en una serie de errores lamentables. Puede ubicarse como la candidata de la austeridad y aprovechar los equipos de gobierno de su coalición, prestigiosos y articulados. No encuentra el Opa razones para que pierda votos; por el contrario, además de los de su adversario interno, puede sumar el voto de quienes no han ido a votar, desmotivados por la virulencia de la interna de esta coalición. Y no es ilusorio pensar que puede sumar algún que otro voto castigo que fue a Milei pero prefiere una opción más racional de la misma política pro-mercado, y algún que otro voto “progre” que ya no tiene ninguna razón seria para apoyar al gobierno, y preferirá usar su voto estratégicamente para bloquear el bolsonarismo vernáculo.

El Ministro de Economía tiene todavía los resortes del Estado, y no va a dejar de extorsionar y comprar todo lo que pueda. Pero esa herramienta electoral llamada Estado Nacional funciona cada vez menos porque los números no mienten. Lo apoyan las superestructuras y las corporaciones más o menos fascistas que han manejado históricamente la Comarca, pero los votos se le fueron por la colectora (a nadie escapa que ha financiado a Milei, a quien veía como una aspiradora de los votos de Juntos por el Cambio). Hasta su esposa, que confesó públicamente haber desviado fondos de la agencia estatal que conduce para fortalecer su precandidatura a intendente, ha perdido la primaria contra otro candidato del mismo espacio político. Es posible que algo sume de los votos a los que el desaliento ha mantenido en su casa en la jornada electoral, pero a quienes aterra un gobierno de ultraderecha o de centroderecha, y que no quieren ver las diferencias entre ambos. No es seguro que mantendrá los votos de su rival interno en la primaria, un patasucia de familia burguesa que se considera amigo del Papa. De ese 5% que obtuvo Juan Grabois, una parte no menor votará a Massa con subordinación y valor, porque el progresismo de la Comarca se ha convertido en una doctrina de verticalismo y sumisión. Pero algunos más no votarán, o lo harán por opciones de izquierda más o menos paleolítica.

Favorece a Bullrich otro candidato, Juan Schiaretti, Emperador de la Tierra del Medio, Santo Patrono del Cordobesismo, Primero de su Nombre. Ha obtenido un 5%, la mayoría de esos votos en la provincia que gobierna con control remoto. Un porcentaje que se iría con Bullrich, ya que es un voto antikirchnerista identificado con la gestión pública. No apostarán a perdedor, dejarán que Massa siga hundiéndose solo, pero difícilmente den un salto al vacío del Bolsonaro porteño. Cuentan con el antecedente de la malograda alianza que intentó Rodríguez Larreta a destiempo, y que costara posiblemente la Provincia de la Tierra Media.

Nada está dicho, el escenario está abierto y puede pasar cualquier cosa. Cree el Opa que no es demasiado tarde para preservar la democracia en la Comarca, pero recomienda no creerle a periodistas ni sabihondos. Quien mejor conecte con el ciudadano de a pie podrá sobreponerse a aparatos, operaciones y mentiras.

viernes, 30 de junio de 2023

UNA CATILINARIA CONTRA LOS TILINGOS

 Vuelve el Opa después de larga ausencia, sin calandrias ni vendavales. Lo acorrala la angustia ante el deprimente panorama electoral en la Comarca. Sabe que, gane quien gane, la Comarca será conducida en los próximos cuatro años por algún demagogo irresponsable, un populista de derecha o más de derecha, mentiroso, banal y feble. Los epítetos aquí reproducidos aplican a sujetos de ambos sexos, que el Opa se cansó de la idiotez políticamente correcta de distinguirlos cuando no hace falta. El Opa sabe que el próximo presidente de la Comarca, sea cual sea, le dará una profunda vergüenza y será aún más dañino que los orates que hoy gobiernan.

Hay uno que dice ser economista, y habla en difícil para persuadir a su electorado sobre su honda sapiencia y su sagacidad. Pero cuando cualquier economista competente lo cuestiona con bases técnicas, el candidato erupciona como un volcán de improperios y vituperaciones. La misma intolerancia esputa cuando algo sale de su libreto tosco y autocelebratorio: una pregunta fuera de lugar, un invitado que no estaba pautado, un comentario que lo incomoda, y se convierte en un energúmeno sin ley. Lo siguen una horda indiferenciada de seres intolerantes y violentos, un cardumen de nulidades que ostentan el desprecio hacia el otro. Es el candidato de los que están enojados con la vida y quieren a un papá fuerte y jetón que les resuelva los problemas por arte de magia.

Hay otro que tenía prolijamente pautado su ascenso al gobierno de la Comarca luego de heredar el gobierno de su ciudad capital: metódico, ordenado, trabajador. Pero también carente en absoluto de respeto hacia su propia visión del mundo. Un burócrata eficiente, no un líder capaz de convencer sobre un plan que saque a la Comarca de la decadencia profunda en que se encuentra. Adicto a los focus groups y la edición de su imagen, bastó con que se le encarajinara la campaña para lanzarse sin rumbo hacia la demagogia más tilinga y superficial. Es el candidato de quienes creen en la moderación y el diálogo, pero se encuentran cada día más huérfanos de liderazgo.

Hay otra que lo enfrenta dentro de su partido sobreactuando su perfil halconero. Adicta también a la sobreactuación y el ridículo, no pasa un solo día sin que ella o su candidato a vicepresidente (orate notorio de la tierra del sol y el buen vino) declamen verdades tan endebles como mezquinas, excitando la angustia de millones de compatriotas del Opa que quieren votar a alguien con carácter y decisión, pero también se encuentran cada día más huérfanos de liderazgo. Es la batalla del PRO, esa onenegé porteña que nunca llegó a ser un partido democrático.

Hay otro, un mentiroso profesional que pastorea una corporación de psicópatas, cínicos y oportunistas. Ministro de Economía de un gobierno del que todos cobran pero nadie asume como propio, responsable de una inflación que carcome la moneda, incapaz de mostrar un solo logro más que el empobrecimiento brutal y manso de la Comarca. Pero cuenta con los medios venales, con los empresarios corruptos que escrituraron el Estado, con los sindicatos que esclavizan a trabajadores y empleadores, con la corporación del pasado que habla por boca de psicóticos marca Página12.

¿Y la izquierda? El Opa los conoce: psicópatas del primero al último. Explotadores del dolor ajeno, mercaderes de las necesidades de los más pobres entre los pobres, eternas prostitutas del peornismo al que benefician con su virulenta danza de violencia, desprecian la democracia porque sus mieles le son sistemáticamente esquivas. Miserables profundos subidos al pony del elitismo moral epistémico.

¿Y el partido del Opa? El mismo Opa responde: el viejo radicalismo ha apostado a ganador, y ha perdido. Uno de sus candidatos, el cacique del norte, acomplejado por su imposible instalación electoral a lo largo y lo ancho de la Comarca, apostó al jefe de la Capital que heredaría el trono. Pero lo hizo en el momento en que comenzaba a desmoronarse como un castillo de naipes, y no ha logrado (¿habrá intentado?) restituirlo al plano de la sensatez. Sentado en el asiento del acompañante, mira cada curva, cada precipicio, mientras el conductor enloquecido trata de no perder una carrera que creía ganada.

El otro candidato apenas evolucionó desde la categoría de meme. Con un vago prestigio como neurocoso jamás debidamente contrastado, el Opa lo ha escuchado algunas veces con sentimientos encontrados. Dice obviedades con las que es imposible estar en desacuerdo, pero jamás, ni bajo tormento, explicitó cómo haría para gobernar la Comarca en llamas mientras los orcos juntan piedras y cascotes para enviarle sus saludos.

Tilingos todos, superficiales, veletas, marionetas que mueve a su antojo el viento de los canales de noticias, que los arrastra hasta embarrarlos en el ridículo o la mentira. No son buenos tiempos para la democracia en la Comarca. Hay dolor, hay inflación, hay muertes impunes causadas por los poderosos o los despojados, hay una ira que crece por entre los entresijos de la depresión colectiva. Hasta ahora no ha estallado nada, pero el Opa ve millones de compatriotas esperando que alguien arranque de una vez la espoleta que termine con todo. Y mientras tanto, los candidatos serios se entretienen con peleas que avergonzarían a las más urgidas vedetongas de la tele.

Cree el Opa que va a ganar el status quo, el país conservador con discurso setentoso, los empresarios entongados, los sindicalistas impunes, los millones de militontos que mordisquean el presupuesto nacional, los millonarios ahítos de hectáreas e impunidad, la patria narco del populismo. A fin de cuentas los beneficia la depresión colectiva, la ausencia de líderes adultos, de un plano generoso donde el ego empuje para adelante y no para atrás.

En algún momento el Opa mirará para atrás y ya no se preguntará, como García Márquez, en qué momento se jodió todo. Eso es irrelevante. Se preguntará si será posible alguna vez vivir en algo que no sea el pasado infame que vuelve una y otra vez a despertarlo a sopapos.

viernes, 9 de septiembre de 2022

LOS QUE AMAN, ODIAN

Hubo una novela, en los tiempos pretéritos de la Comarca, que trabajaba la urdiembre de los sentimientos de un grupo de veraneantes varados en un hotel de Ostende, aislados por una tormenta de arena que convirtió los médanos que los rodeaban en una cárcel borgeana. La novela de Bioy Casares y Silvina Ocampo transcurre con ritmo y elegancia por entre los fiordos del género negro, sin condescender al morbo ni la violencia innecesaria. Años después, ya en esta era, convirtieron esa novela en una película. En una película mala. Previsible, mal actuada, por momentos absurda. El Opa la vio completa, ilusionado con que representara con fidelidad aquella novela de su adolescencia lejana. Hizo mal, pero no podía hacer otra cosa.

Si algo cree recordar el Opa es que en la trama los personajes se dejaban mover por un hilo de odio, apenas velado por los manierismos de una educación exquisita. Había amores cruzados, traiciones, silencios incomprensibles, muertes no fácilmente explicables. Ello, mientras se sucedían las tormentas de arena que borraban el camino de salida de ese infierno. Era quedarse allí, en esa casa, o arriesgarse en los cangrejales y los médanos. No había más que dejarse carcomer por el odio y el aislamiento, matizar el tedio con la sangre -o la amenaza de la sangre- a la espera de que algo ocurra, que se limpien los cielos y se lleven la arena y reinen al fin la concordia y la libertad.

Mientras esto ocurre en el plano inverosímil de las memorias del Opa, en la Comarca se suceden los hechos insensibles e idiotas que han sido prefigurados en la novela mencionada, pero rebajados a la farsa y la indecencia. No hubo un crimen, no hubo sangre. O, mejor dicho, no llegó a consumarse el crimen supuestamente pretendido. Pero sí se abrieron las anchas alamedas por las que transitan el odio y la mediocridad, el psicopateo inherente a la condición peornista.

Hace una semana un Lee Harvey Oswald ensamblado en La Matanza atravesó el cordón humano que rodeaba a la ex presidenta María Estela Fernández de Kirchner y gatilló un arma a menos de un metro de su rostro. Afortunadamente no hubo bala en la recámara (sabemos ahora), y la Comarca se ahorró una tragedia desoladora que nos hubiera sumido en años de violencia y divisiones. De inmediato el arco político casi en su totalidad le expresó su solidaridad y condenó el hecho barbárico cuya imagen se había multiplicado por todos los medios.

Pero pronto algunas voces marginales comenzaron a dudar de la veracidad del atentado. Esa duda, justificada o no, despertó el odio de los adláteres de la ex presidenta, que se lanzaron a culpar a la oposición, a la justicia, a los medios, al campo, a la Reina Elizabeth (QEPD) y a Piñón Fijo por desperdigar un lenguaje de odio que, dicen, motivó al Gavrilo Princip de La Salada a intentar un magnicidio frustrado. Y comenzó la caza de brujas.

Comenzó otra cosa, además. La policía federal, a cargo de la investigación del hecho, borró dizque accidentalmente los registros del teléfono del agresor. Sin querer queriendo. Después, se borraron del arma las huellas dactilares del atacante. Oops, I did it again. Se puso el foco en la novia del atacante, novel celebridad televisiva por su providencial aparición en un canal de noticias tropicales alineado con Isabelita II. Mucha casualidad. La muchacha, implicada en el ataque, tuvo que designar abogado. Contrató a Carlos Telleldín, de triste fama como el terrorista que proveyó el furgón donde se instalaron los explosivos que acabarían con la sede de la AMIA en los ´90, y que se recibiera de abogado mientras cumplía su condena. Este abogado es hijo de un reconocido torturador que comandó el macabro D2, la División de Investigaciones de la Policía de Córdoba durante el gobierno de Isabelita I. El abogado de la muchacha pertenece a lo más granado de la familia fascista y criminal del peornismo, autopercibido hoy como el partido del amor. Es parte de la trama oscura de los servicios de inteligencia, de esa cloaca de la democracia que Isabelita II nunca dejó de alimentar cuando le fue útil. Ahora, en el noticiero oficial difunden imágenes previas al atentado, con las cámaras del canal siguiendo a la pareja atacante desde que llegan a la esquina de la ex presidenta, rodean a las decenas de personas que por allí pululaban, y, sin perderlos de vista en ningún momento, los enfocan en el momento de intentar su ataque. Curiosa intuición del cameraman, un sentido de la anticipación digno de mejores causas. Pero si uno duda de todo esto, uno se convierte de inmediato en un ser que odia.

Lo que comenzó fue un encadenamiento de hechos poco explicables que siembran una duda razonable sobre la veracidad del atentado. Si el atentado existió o no, si fue un armado de los servicios de (des)inteligencia, si verdaderamente un desequilibrado de ultraderecha quiso asesinarla, a esta altura el Opa nunca lo sabrá. Después de todo, hace pocos meses se asistió a la puesta en escena de la pedrea al despacho de Isabelita II. Como se hablan encima, el presidente del bloque de senadores que comanda la atacada, exigió, a cambio de la paz social, la anulación del juicio penal que la tiene contra las cuerdas. El partido de la impunidad.

El Opa no odia. Sólo describe un lamentable estado de cosas. Sobre un hecho grave, repudiado por todos, se montó una caza de brujas y una persecución del disidente que emparenta a la Comarca con el Sultanato Bolivariano de Chavistán. Se ha intentado expulsar a dirigentes opositores de las universidades donde enseñan, de los clubes donde se entretienen. Se ha amenazado de muerte al fiscal que a lo largo de nueve días ha argumentado sobre su culpabilidad con prueba pertinente y concordante. Se ha amenazado de muerte a otro ex presidente de triste memoria. Dirigentes del gobierno han acusado de sembrar este clima a la oposición. Sostiene el Opa, sin embargo, que corresponde al gobierno imponer cautela, serenidad y mesura en estos tiempos turbulentos. Porque son gobierno, aunque no parezca.

lunes, 23 de mayo de 2022

¿QUÉ COSA ES LA OLIGARQUÍA?

  

Le han insistido al Opa que la oligarquía está compuesta por señoras gordas, platinadas y con apellidos patricios, casadas con señores gordos con apellidos ídem que administran las estancias, los estudios jurídicos de nombre compuesto, y las acciones de la Cultura Británica. Esa definición marca Quino abarca hoy una parte ínfima, decreciente, de la oligarquía de la Comarca. Está siendo desplazada por otra oligarquía, con mayor poder para los negocios, mayor poder en el Estado, y mayor capacidad para construir ese relato colectivo que, a falta de mejor término, hemos dado en llamar Cultura Nacional.

Piensa el Opa en esa oligarquía que ha colocado los presidentes que han gobernado 32 de los 39 años de la joven democracia de la Comarca, que rinde honor a un patriarca del pasado, autoritario y machirulo, y que se ha construido en el minucioso desprecio al principio de igualdad ante la ley. No es el único principio constitucional que desprecian: sospecha el Opa que la única parte que les gusta de la Constitución Nacional es la que concede al ciudadano Presidente el poder de emitir decretos de necesidad y urgencia, porque es la única norma que ejecutan con cierta asiduidad.

Pero para no adelantarse, el Opa intentará plagiar alguna definición medianamente neutral. Así, el diccionario de la Real Academia, a falta de mejor cosa, describe a la oligarquía como “1. f. Forma de gobierno en la cual el poder político es ejercido por un grupo minoritario. 2. f. Grupo reducido de personas que tiene poder e influencia en un determinado sector social, económico y político.” Miremos ahora hacia la Comarca. Un partido nacido de un golpe de estado, monopolizando el poder y la política durante dos tercios del siglo pasado y casi todo lo que va de este, ya desde el gobierno, ya saboteando gobiernos democráticos en los breves interregnos donde no ponen presidente pero sí las mayorías en el Senado y las Provincias, ya custodiando sus estructuras en cualquiera de las dictaduras que han asolado la Comarca.

Ese partido, creado por un heredero de Mussolini, admirador de Franco, que dio refugio a criminales Nazis, ese partido que parió y organizó el terrorismo de estado, que gobernó con el subsidio en la unidad básica y la picana en los subsuelos de la Policía Federal, con la impunidad como bandera. Eso es la oligarquía. Impunidad. Porque significa que quienes se acollaren a ese partido serán acreedores, por los siglos de los siglos, de los retazos del presupuesto público que puedan mordisquear. Generaciones enteras trasegando fondos estatales al patrimonio privado sin más recato que el que impone la falta de tiempo.

Impunidad significa sustraerse a las consecuencias de las propias acciones, particularmente cuando esas acciones constituyen un delito, razonable o no. Así, un miembro de la oligarquía puede violar sus propias normas, sus propios decretos, con la certeza de que al final del camino podrá tapizar el crimen y la muerte con billetes que valen menos que el papel en el que están impresos. Ampararse en un derecho pensado para el ciudadano de a pie, el que no tiene más privilegio que el socorro de la ley, ciudadano desnudo de poder y de fanfarrias. Eso es oligarquía: un presidente impune, un gobierno que aplaude, un sistema que lo sostiene.

Ese sostén no nace del vacío: hubo una minuciosa construcción de una cultura de la impunidad, de la irresponsabilidad como política de estado, de la excepcionalidad de los elegidos que no tienen por qué someterse a las normas de los otros, de los que miran desde afuera. En esa casta del privilegio todo se perdona, todo se disculpa, todo se justifica cuando los crímenes se hacen “en nombre del pueblo”, porque ese es el pase de magia sensacional, la invocación metafísica que los sustrae de las consecuencias reales de sus actos. Ampararse en la invocación popular. Y desde ese parnaso imaginario, es posible alquilar el muerto más notable de la Comarca para velarlo en la Casa de Gobierno y que de ese modo su aura irredenta contagie, derrame, o salpique al menos al oligarca que gobierna: tanta razón tenía López Rega con sus métodos que terminaron apropiándose de ese muerto oportuno y famoso. Ese muerto al que se le perdona todo: los hijos bastardeados, la esclavitud sexual de una niña que trajo de esa enorme prisión a cielo abierto que la geografía denomina “Cuba”, los impuestos traspapelados. Eso es parte de una construcción: al ídolo se le perdona todo, en nombre del pueblo, porque es del pueblo.

La invocación popular, el milagrismo, la santería entera de figuritas opacas, la santa madre del fascismo vernáculo decorando el billete de mayor denominación de la Comarca. Sembrar la ignorancia desde la escuela enflaquecida, desde el púlpito ahíto de favores y admoniciones, desde los discursos parlamentarios que avergonzarían tanto a cualquier escolar instruido. El derrumbe cultural y educativo, el cualunquismo, porque todo debe dar lo mismo, casi un siglo ejecutando la admonición del tango “Cambalache” como si allí hubiera habido una clave del buen gobierno, nivelar para abajo porque en el país de los ciegos el bizco fue rey.

Dicen que los días más felices siempre fueron peornistas. El mito, elemento común a todos los fascismos, prendiendo rápido en los tilingos que necesitan el abrazo gregario, o la complicidad partidaria, según las edades. Como todo fascismo, trastornando el significado de las palabras, designando lo opuesto a lo que dicen decir: la igualdad para favorecer a alguno con el fruto del esfuerzo del otro, el amor como coartada para el desprecio público del diferente, la inclusión para cobijar a los propios dejando al resto en la intemperie. Esa construcción falaz, esa mentira de Estado, ese Relato del pasado y el presente. Eso acaso sea la oligarquía: para los amigos, el vino en caja y el locro calentito pagado por el Ministerio, para los enemigos, la intemperie. Y después contarla con la épica de las patriadas, a ver si alguna vez el Opa aprende.

martes, 17 de mayo de 2022

DESALIENTO

 

El Opa siempre al borde de las cosas, al borde de un abismo feroz que tiene la morfología exacta de la Comarca, ese chiste mal contado que nos decoraron con escarapelas y banderitas. Mira, el Opa, ese vacío inminente, ese desastre minuciosamente elaborado por generaciones de habitantes, compañeros, gente de bien, gente como uno, gente del palo, con increíble talento para la construcción colectiva del cagadón electoral, de las decisiones idiotas que repercuten en más pobreza y más desazón y más fascismo. Eso, la Comarca.

Porque el Opa detuvo su andar cansino y preocupado por las calles de la Comarca para mirar los diarios. Por prescripción psiquiátrica no mira televisión: le resulta imposible contener el impulso de arrojar proyectiles a la pantalla, sea quien sea el que aparezca en ella. La miserabilidad de los opinadores de la televisión es universal y pareja, apenas cambian sus discursos justificatorios, esa mentira cínica que por izquierda se denomina “ideología” y por derecha “sentido común”: psicopateadas berretas de opinadores de la tele. El Opa no mira televisión, pero cada tanto pispea los diarios, acaso porque puede darse el lujo de releer una frase, de pensarla, buscarle la vuelta antes de determinar si ha leído una genialidad o una estupidez. Lujo absolutamente imposible en la televisión o en la radio, que tiene idiotas parecidos pero que ofenden sólo el sentido de la audición. Puñetazos en la mesa.

El Opa piensa en el año que viene. Habrá elecciones en la Comarca, elecciones tristes. Cualquiera que sea el resultado será un escalón más hacia el desaliento, sospecha el Opa, hacia la degradación institucional, hacia la pauperización material, moral y espiritual de ese pueblo que se embandera en los cretinos de la televisión, en los candidatos de la decadencia.

Se aventura a conjeturar los resultados, sospecha que habrá tres tercios parejos. Un tercio de la tilinga de Tolosa, la de los papers mal aprendidos y los hoteles malhabidos. Otro tercio de ese frente aun bifronte que se alienta desde la Capital y que pretende volver a derramar sobre toda la Comarca. Otro tercio del energúmeno de moda, ese Xuxo despeinado que jetonea vituperaciones sin que nadie sepa quién lo financia. Tres polos incompatibles entre sí, incapaces de un compromiso para proteger un programa sensato, impotentes para implementar otra cosa que un nuevo fracaso, una nueva derrota.

Porque los enojaditos de turno ahora son de derecha, intemperantes y bobos, fanáticos de dedito en alto, cancheritos y pitocortos. Y son muchos, y están convencidos de su superioridad moral de la misma manera en que lo estuvieron millones de jóvenes idiotas en la entreguerra italiana o alemana. Irresponsables que luego dirán a sus nietos que no se acuerdan qué pasó en aquellos años, que rogarán que sus hijos se olviden que tienen las manos llenas de sangre, culpables de toda culpabilidad de otra sangría colectiva que se darán un baño de humanismo cuando cambien los tiempos y convenga cambiar la camiseta. Porque el Opa sabe que se cambiarán de camiseta cuando sólo queden las esquirlas y los escombros: porque tantos de los culpables de la matanza de los ‘70 se dieron un baño de democracia cuando la atrocidad fue pronunciada en un juicio ya famoso, ya tan olvidado.

Porque en ese escenario de tres tercios parejos hay dos que desprecian la democracia y el disenso, hay dos que destilan odios y resentimientos, hay dos que interpelan a lo más bajo de la conciencia humana. Y ninguno de los elementos que están en los extremos será capaz de confluir en un programa de gobierno para todos los habitantes de la Comarca, ni siquiera para contener a su némesis de cartón, ni siquiera para preservar lo que valga la pena. Es que los populismos desprecian minuciosamente la razón y la lógica, sólo funcionan bajo la invocación del daño al adversario, que viene a ser todo aquél que no se someta.

Recuerda el Opa sus tiernos años de estudiante universitario y sus primeras discusiones con los peornistas bisoños. Su espanto ante la racionalización del resentimiento, ante la elevación del cinismo a la categoría de la lucidez: “si no es mío, lo rompo”, oyó decir a tantos y tantas compañeres. Los años transcurridos han comprobado que aquelles compañeres han ejecutado fielmente ese principio básico de las verdades justicialistas: ahora su generación ocupa espacios de poder en todos los ámbitos de la Comarca, y pudo comprobar que aquella frase feroz no era una vana amenaza, sino un principio de conducta: “si no es mío, lo rompo”.

En el mejor de los casos en las próximas elecciones triunfará débilmente un gobierno con pretensiones de sensatez, pero será acosado a derecha e izquierda por los expertos en demoliciones, por los dinamiteros con cuentas en las Seychelles o Panamá. No habrá posibilidad alguna de un gobierno razonable y justo: los demagogos sólo admiten el holocausto de los contrincantes y la impunidad absoluta, y se dedicarán con gozo y ahínco a destrozar lo que encuentren a su paso. Las hordas, las bestias, el lumpenaje de Barrio Norte, las torvas catervas del Nacional de Buenos Aires, los revolucionarios de iphone, los liberales de Videla y Ottalagano, los libertarios de comunión diaria, los pro-vida que piden pena de muerte, los progresistas de las nuevas oligarquías familiares, todo eso habrá al frente. No alberga el Opa esperanza alguna.

“Y si no te gusta, ¿por qué no te vas?”, preguntará el distraído. Pues sí. El Opa se irá, como ya se han ido miles de personas de la Comarca, porque otra vez no tienen ganas de dejarles los sueños, los huesos, los años a los militantes de la decadencia y de la muerte. Ese mismo camino que no conduce hacia ningún lado, porque por más lejos que uno arrastre los pies, siempre las huellas, esas putas huellas, tendrán la forma exacta de los contornos de la Comarca.