sábado, 20 de diciembre de 2014

El amor de los espías

Hace unos días resonó una nueva crisis en la Comarca, esta vez relacionada con los así llamados “organismos de inteligencia”. Al Opa le parece un oxímoron que una oficina comandada por policías, militares, buchones de cualquier calaña y políticos reciclados se llame “Secretaría de Inteligencia”, pero así son las cosas en la Comarca.
Sucede que la presidenta Fernández de Neón se dio con que no cuenta con sus espías a sueldo para hurgar a la oposición y extorsionar los jueces que le muerden los talones. Que la proterva institución que se encargaba de sembrar negocios turbios para entrampar delincuentes anotados en el presupuesto nacional, ya no respondía a sus mandos naturales. Porque es necesario apuntar lo siguiente: la Secretaría de Inteligencia, o la SIDE según su nombre de soltera, nunca sirvió para otra cosa que para el control policíaco de la política de la Comarca. Jamás para detectar el crimen complejo, jamás para detectar amenazas externas, jamás para evitar que el terrorismo de cualquier signo celebre en la Comarca su desfogue sanguinario. Para eso no sirvió nunca. Fue cómplice, o inútil. Frecuentemente, las dos cosas juntas.
Lo cierto es que la SIDE sólo sirvió para poner cámaras en lugares donde los políticos-jueces-industriales-periodistas-militares-curas-sindicalistas esnifan cocaína mientras esperan sus travestis o sus prostitutas adolescentes. O se entretienen entre ellos. Después, la SIDE les recordaba gentilmente que contaba con esas grabaciones, que se les podían filtrar a la prensa o a sus familias si cometían la torpeza de no obedecer las sutiles señales del gobierno.
Él y Ella fueron expertos en el manejo de la extorsión oficial. El apriete y el carpetazo formó parte de su ADN político desde las arideces de su estepa patagónica. Ahora, sin embargo, los espías huelen el olor a cala de un gobierno en retirada y comienzan a operar para los dirigentes que parezcan favoritos para las elecciones del año que viene. Y al descuidar su trabajo, los jueces que perciben el mismo olor se despertaron del letargo y comenzaron a apurar las causas por corrupciones varias, en las que Ella, su familia, el ladrón y su amante, han dejado los deditos marcados. Se les viene la noche judicial, y entonces la emprenden con la SIDE.
Ahora, lo que ha pasado desapercibido es lo más grave, lo que a todos les parece normal. Sarracenos y pleistocenos hablan con naturalidad de la necesidad de someter la SIDE a las necesidades del gobierno, antes que las del Estado. Consideran, incluso los fervientes defensores de Ella, que es razonable que los espías vuelvan a controlar a los jueces, que les pongan límite, que los pongan en caja. En Caja. Para que se entienda: hasta los medios oficialistas naturalizan la idea de que hay que parar las investigaciones y que eso es tarea de la SIDE.
Olvidado hace rato el argumento de la pureza, olvidado también el principio de inocencia del que goza constitucionalmente hasta el Vicepresidente, hasta los militantes de la década ganada aceptan que hay que apretar a los jueces para que no avancen sobre Ella. Que la SIDE debe fungir como el pistolero de retaguardia, que se queda aguantando a balazos mientras los “porongas” huyen con el botín.
Hace tiempo que nada es lo que parece en la Comarca, pero por alguna razón misteriosa el clima de fin de fiesta entraña ese regodeo perverso del amanecer de una noche agitada. Con arrugas, despeinados, con mal aliento, las primeras luces del día nos dicen que la fiesta terminó, que se nos notan las ojeras y el cansancio, que el glamour y la alegría quedaron atrás, tan al principio de la noche.
En esa espesura melancólica, copar la SIDE para que no avancen los jueces y los opositores, los fiscales y los periodistas, equivale a jalarse una última línea de merca, rogando que en la última hora de la fiesta populista logremos convencer a la más linda de la noche de que nos acompañe a casa. Pero la más linda parece haberse ido ya, y quedan sus amigas con el maquillaje corrido, también ellas bajando su cotización a medida que sube el sol en el firmamento.
Lo triste no es el alba, ni que el rocío deslave la ilusión de la fiesta. Lo triste es naturalizar el adagio de Méndez, el innombrable: “si no manejo la policía y los milicos, no puedo gobernar”. Sale el sol, y el populismo de bolsillo flaco es esto: un tipo con sueldo estatal que nos saca una foto indiscreta para que no saquemos los pies del plato. Y nos parece normal.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Horror a la Mexicana

Finalmente el Opa se dispone a escribir. Escribirá sobre Ayotzimapa, advirtiendo que es poco lo que sabe, y lo ha ido masticando en estos meses. El horror es demasiado constante, demasiado profundo, y aun el Opa alcanza a percibir la vibración permanente que marcará para siempre ese pueblito mexicano. Pero el Opa quiere entender qué nos toca de todo eso, si ese horror exótico tiene alguna posibilidad de replicarse cerca de la Comarca, o si este episodio sólo puede ocurrir en montañas tropicales de nombre difícil.
La historia es larga y se pierde en la noche de los tiempos. México es, como casi toda América Latina, un país brutal y sangriento, con una fachada democrática sostenida por los negocios y la tele. La resistencia ha tenido rasgos a veces cool, con el Subcomandante Marcos en remeras y cuadernos, y a veces anónimos. Los desaparecidos eran de este grupo.
Estudiaban para ser maestros rurales en el México profundo, oscuro y pobre. Saben que la escuela es la única herramienta de dignidad que tienen, y la única alternativa al hambre y el narcotráfico. Son combativos, y no dudan en “tomar prestados” los buses en los que se desplazan cuando marchan hacia alguna protesta. En esos cerros calurosos y violentos, pedirles buenos modales es ensañarse en el cinismo. Marchan porque combaten de esa forma las matanzas que les dispensan el gobierno o los narcos, que vienen a ser lo mismo. Combaten el olvido, y rememoran los miles de desaparecidos en esos andurriales polvorientos. Como el horror gusta de las ironías macabras, la región de donde vienen se llama Iguala.
Se preparaban para marchar a un acto en conmemoración de la muerte de dos estudiantes de la escuela de Chilpancigo, en el estado de Guerrero. Habían tomado algunos buses, y cometieron el error de acercarse a un acto de lanzamiento de la campaña de la esposa del alcalde (como vemos, en nuestra Comarca no somos los únicos que ponemos a la mujer del capomafia en su mismo cargo público). Para no arruinar la fiesta el alcalde ordenó a la policía capturar a los estudiantes, y para aleccionarlos se los entregó a los “Guerreros Unidos”, el grupo narco-paramilitar en el que milita su familia y la de su esposa. La crónica es conocida y se sabe que la masacre se cobró 43 vidas. El horror recién comenzaba.
En plena búsqueda de los estudiantes desaparecidos comenzaron a aparecer por doquier las tumbas colectivas. Una detrás de otra, las masacres habituales habían sembrado el suelo mexicano de fosas clandestinas: todo el mundo lo sabía, el Estado siempre supo dónde estaban. Comenzaron a aparecer de la nada los restos de miles de desaparecidos: campesinos y estudiantes. El corazón del Opa se agarrota y se le empañan los ojos al escribirlo.
Ayotzimapa borró para siempre la fachada lustrosa del México pituco y turístico. Apareció el estado asesino, la encarnadura cívica del narcotráfico y los negocios, el rostro de los cárteles sanguinarios desmintió la inocente sonrisa de Verónica Castro.
Piensa el Opa que acá estamos lejos aún. Aún.
Los narcos vienen financiando la política a través del PJ desde la campaña de Méndez, el Innombrable. Se ha comprobado que la efedrina bancó la campaña de Ella, y que algunos aportantes aparecieron en alguna cuneta de General Rodríguez con balazos en la nuca. Se sabe que Anibaúl maneja ese negocio explosivo que desde 2004 multiplicó por 20 la cantidad de efedrina que ingresa a la Comarca. Se sabe que las investigaciones llegan hasta la Rosada, donde habitaba un funcionario íntimo de Él, que ahora está imputado por narcotraficante.
Hasta ahora no parece que esas bandas tengan capacidad operativa para elevar el número de muertes violentas en la Comarca. Pero sí controlan barrios enteros, y hay que preguntarles a los militantes sociales de esos barrios cómo les va conviviendo con los dealers y la policía que los protege. En la Comarca chica la policía detiene pibes con un código de faltas que permite encarcelamientos masivos sin justificación. La policía controla los negocios sucios. Los jueces y fiscales miran para otro lado. Los políticos saludan para la cámara, con bolsillo ancho y periodistas a sueldo. Y cuando comienzan a estallar los problemas y alguno se resfría y aparecen kilos de cocaína en las oficinas policiales, siempre habrá algún ministro que desde su jardín sembrado de pistas de aterrizaje clandestinas nos diga, impertérrito, que “la droga es para los perros”.
Ayotzimapa no queda tan lejos, pero aún no nos hemos dado cuenta. No nos queremos dar cuenta.