viernes, 23 de enero de 2015

Cotillón “setentista”



Estos días ajetreados han sacudido con tanta fuerza los cimientos de la Comarca que se han caído maquillajes y revoques, disfraces y mascaritas. El Opa no ha sido ajeno al fenómeno: mal puede serlo ya que no es más que un Opa silvestre de la Comarca, sin mayores capacidades de omnisciencia. Asume que también se ha dejado llevar por la vorágine macabra del fiscal que primero se suicidó pero después no tanto.
Pero hay un punto al que el Opa quiere volver, y tiene que ver con la conducta de los adictos al modelo, a los esforzados argumentadores súbitamente silenciosos, o torciendo su discurso con la furia de los conversos conforme la evolución de los twitteros presidenciales.
Sobre la conducta de los Opos, es previsible que se hayan lanzado como caranchos, cuervos y otras aves negras sobre el gobierno de la Presidenta María Isabel Fernández de Neón. En general la falta de ideas y la impaciencia más bien estéril fomentan esta especie de regocijo en la morbosidad de las noticias.
En otros casos, la gente razonable está tan angustiada como exhausta, desilusionada y espantada, y prefiere no saber si fue el gobierno o fue contra el gobierno, porque en todo caso las cadenas de complicidad e inepcia vuelan de un lado al otro del infierno.
Lo que al Opa le interesa es, reitera, la conducta de los militantes asumidos o no (son los que te dicen “ojo que yo no soy K, ¿eh?, pero…”). Lo que el Opa nota es un rasgo de oportunismo feroz, un cinismo desbordante e inmoral, que los lleva a sostener lo que ayer negaron con idéntica intensidad y sin siquiera detenerse a pensar en el ridículo, ese lugar del que nadie vuelve. ¿Cómo caracterizar esta conducta?
El Opa sospecha que una persona decente debería poder sostener cierta coherencia, aun cuando no sea imparcial. Es decir, aun cuando ubicándose en un lugar determinado sea capaz de enunciar un juicio de verdad que pueda aplicarse independientemente de cual sea el sujeto del discurso. Traduce el Opa: que la verdad no dependa de la cara del que la dice, ni del nombre del que la escucha, ni del sujeto del que se habla. Que lo bueno sea bueno, si lo hace fulano o si lo hace mengano. Que lo malo sea malo, si lo hace zutano o si lo hace perengano. Una persona decente debería poder explicar sus contradicciones, asumir la posibilidad de estar equivocado, rechazar el mal aún cuando viene del lado al que adhiere. Ya sería demasiado pedir que reconozcan los méritos en el otro, en el adversario, en el distinto. Se conforma el Opa en que duden, y se permitan expresar la duda con buena fe.
Y ahí tenemos a los sostenedores del modelo. Hasta ayer nomás el fiscal se había suicidado por cobarde, por vergüenza, por cipayo o por descubrirse manipulado por tentáculos oscuros. Luego, fue una simple víctima, asesinada por la SIDE “blue”, la CIA, el MOSSAD, el sionismo internacional o las tortugas ninja. Pasó de ser un muerto que merece estar muerto, a ser un muerto que le tiran al gobierno, como dijo Hebe, fuente de toda razón y justicia.
Más allá de la anécdota, lo que el Opa ve es que hay en esta conducta (justificar cualquier cosa, hacerse el bobo cuando conviene, desdecirse conforme los titulares de Página 12) un desprecio profundo al interlocutor. Un atentado solapado a la idea misma de debate razonable, puesto que principia por insultar la inteligencia del otro, sobre todo cuando discrepa. Hay una degradación del espacio público comunicacional, esa entelequia en la que se supone que uno dice cosas asumiendo que el oyente es una persona perfectamente respetable, y no un idiota que hay que avasallar.
Recuerda el Opa la soberbia de Montoneros, esa idea de que previo a todo había que mostrar los “fierros”, o usarlos, antes de sentarse a una negociación política, una rosca estudiantil, o una mesa de café. La idea de que había que “apretar” al adversario, que entonces se volvía un enemigo si resistía, o un cobarde si agachaba la cerviz. Pensamiento del más elemental fascismo, autoritarismo forjado por la cruz y la espada, ultraderecha con ropaje marxista y movilización populista. Se forjaba en esas visiones un regodeo en el desprecio, la destrucción del otro como una virtud militar, la razón como una inconveniente cobardía de pantufleros.
Esa cultura autoritaria se desperdiga por los prados y las calles de la Comarca: somos todos unos irremediables idiotas hasta que se demuestre lo contrario, es decir, hasta que con mansedumbre bovina recitemos los dicterios contra la Corpo, contra la Opo, contra los que D’Elía o Hebe nos indiquen que debemos odiar. Aunque hasta ayer hayan sido amigos, funcionarios, cómplices. Como los tipos que se cargaron al fiscal, por ejemplo.
Subordinación y valor, verticalismo como virtud política, fundamentalismo veleta, porque cambia conforme los vientos de soplan desde el balcón de Ella.
Es fundamentalmente una visión totalitaria, puesto que el único opositor que se respeta es el opositor que coincide tanto con el relato que uno no sabe si no es un hombre del gobierno haciendo huevo en un partido opositor. Respeta el pensamiento ajeno pero sólo si coincide con “6, 7, 8”. Nos levanta el dedito gesticulante y aleccionador, porque necesitamos ser iluminados, adoctrinados, esclarecidos, “concientizados” (horrorosa palabreja de la guerrilla cristiana).
En estos días hemos vivido momentos de “setentismo” rampante. La Comarca ha vibrado de gestitos sobradores, de acusaciones de servilismo a Magnetto, de ser idiotas útiles de la derecha opositora. Frente a la Opo asustada, timorata e hipócrita, cobarde como suelen serlo los que se creen decentes a priori, está el mundo K, cínico, despiadadamente oportunista, tan vertical que sólo les falta levantar el bracito derecho cuando saludan en dirección a su Meca: el balcón de la Casa Rosada.
Busca el Opa en sus bolsillos. Busca rupias y tombuctúes, busca tarjetas del bondi, busca moneditas de diversos tamaños. Lee mapas. La Comarca, piensa el Opa, es el escenario árido de alguna película de los hermanos Cohen. Es Colonia Vela. Es un sopor cada vez más irrespirable. Todos tienen razón, todos se creen con el poder de imponérsela al del lado. “Setentismo” de cotillón, berreta y triste. Cree el Opa que además, sin retorno.

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