Como al destino le gusta el
sarcasmo, y como las maldades son un boomerang que en algún momento te rompe
los dientes con los que sonreías para las fotos, cada tanto ocurre que algún
periodista termina enredado en el mismo lodazal moral en el que ubican al resto
del mundo.
Sucede que hay en la Comarca
chica un señor que se hace llamar periodista y que responde al nombre de Tomás
Méndez. Este señor (usamos el término en sentido figurado, claro) se ocupa de
continuar el negocio de otro dizque periodista llamado Carlos Hairabedián.
Ambos tenían como industria la confección de investigaciones a veces verídicas
y a veces no, con las que extorsionaban a los protagonistas.
El mecanismo es sencillo: a
partir de una cámara oculta de alguna persona que dice que le pagó al Opa o que
lo vio en algún lugar de dudosa fama, o haciendo algo incorrecto, armaban una
historia editorial en el que el susodicho Opa terminaba siendo dealer, fiolo,
golpeador de mujeres o concejal peronista (que es una síntesis de todo lo
anterior). Luego, Tomás Méndez o Carlos Hairabedián se aproximaban a la novel
celebridad a ofrecerle un negocio: o te ponés o tapizamos los ojos de los
televidentes de la Comarca con nuestra cámara oculta. Ponerse implica siempre
ingentes sumas de rupias y tombuctúes, en billetes con la numeración limada y
en una cuenta en Bangladesh. Algunos se ponen, sobre todos aquellos que tienen
que encubrir sus miserias y delitos porque sus negocios dependen de su imagen
pública. Otros no se ponen, y se exponen al escrache continuado. A veces las
denuncias eran ciertas, a veces no, pero siempre eran dañinas.
Ahora sucede que a Méndez se le
retobó un productor que se llevó una serie de filtraciones, y que fueron
difundidas por un humilde Stiusso cordobés, hombre de los Servicios y la
Iglesia (que vienen a ser casi la misma cosa, pero unos usan sotana para
traficar los secretos). En esta maraña de tahúres, el productor difundió videos
en los que el impoluto, irredento, incorruptible, valiente y valeroso Tomás
Méndez negociaba con el gobernador de la Comarca media a quién podía incendiar
y a quién no. Qué personajes se exponían al escarnio, y cuáles se protegían en
el anonimato. Se habló, en el video, de empresas, testaferros, candidatos. Se
acordó que Méndez castigaría al inefable intendente de la Comarca chica, como
si hiciera falta…
Y todo ello a cambio de que el
gobernador financie la campaña a intendente de Méndez. El video es directamente
pornográfico: es una cámara oculta filmada por el mismo Méndez, que no pierde
las mañas. Aparece el mismo gobernador, que le ofrece cosas explícitamente, sin
ambigüedades, aparece su mano derecha en los negocios, aparece su testaferro
político. O mano derecha política y testaferro en los negocios, ya el Opa se
confunde.
El dizque periodista de
investigación denunció que fueron los servicios los que le robaron esas
filmaciones, pero no dijo ni una palabra de las cosas que negoció con el
gobernador. Puntualmente, con una precisión que confirma cada palabra, durante
los meses siguientes Méndez apenas mencionó al gobernador y sus testaferros,
con apenas la liviana banalidad de los chusmiatras de vedetongas. ¿Qué es un
chusmiatra? Un especialista en chusmerío barato, insustancial y disipante. Como
Méndez. ¿Qué es una vedetonga? Una persona que entrega sus plumas y
lentejuelas, cotizado por las cámaras de TV. Cómo Méndez.
Decíamos que ningún periodista
nace chorro. El Opa se permite dudar de este aserto. No sabe si la inmoralidad
rampante de los periodistas venales de la Comarca, de toda la Comarca, es una
condición innata o aprendida. Y talvez sea irrelevante. Leer cualquier medio es
sentarse a leer mentiras, chusmeríos, a lo sumo medias verdades para encubrir
negocios ajenos.
El Opa no descree de la libertad
de prensa, ni del valor importante de la prensa para difundir ideas y construir
democracia. Más bien piensa que la situación más bien pestilente de la
democracia de la Comarca tiene mucho que ver con la calidad y decencia de sus
periodistas. No sabe el Opa si viene primero el huevo o la gallina, pero
definitivamente las crueldades que han asolado a la Comarca no habrían sido posibles
si esos señores que se dicen periodistas no hubieran sido casi todos tan Tomás
Méndez, tan Carlos Hairabedián, tan Miguel Clariá. Vanidosos, venales,
corruptos y coimeros. No, señores jueces, no hablo de ustedes. Hablo de los
periodistas. Vaya coincidencia.