sábado, 11 de abril de 2015

Ningún periodista nace chorro

Como al destino le gusta el sarcasmo, y como las maldades son un boomerang que en algún momento te rompe los dientes con los que sonreías para las fotos, cada tanto ocurre que algún periodista termina enredado en el mismo lodazal moral en el que ubican al resto del mundo.
Sucede que hay en la Comarca chica un señor que se hace llamar periodista y que responde al nombre de Tomás Méndez. Este señor (usamos el término en sentido figurado, claro) se ocupa de continuar el negocio de otro dizque periodista llamado Carlos Hairabedián. Ambos tenían como industria la confección de investigaciones a veces verídicas y a veces no, con las que extorsionaban a los protagonistas.
El mecanismo es sencillo: a partir de una cámara oculta de alguna persona que dice que le pagó al Opa o que lo vio en algún lugar de dudosa fama, o haciendo algo incorrecto, armaban una historia editorial en el que el susodicho Opa terminaba siendo dealer, fiolo, golpeador de mujeres o concejal peronista (que es una síntesis de todo lo anterior). Luego, Tomás Méndez o Carlos Hairabedián se aproximaban a la novel celebridad a ofrecerle un negocio: o te ponés o tapizamos los ojos de los televidentes de la Comarca con nuestra cámara oculta. Ponerse implica siempre ingentes sumas de rupias y tombuctúes, en billetes con la numeración limada y en una cuenta en Bangladesh. Algunos se ponen, sobre todos aquellos que tienen que encubrir sus miserias y delitos porque sus negocios dependen de su imagen pública. Otros no se ponen, y se exponen al escrache continuado. A veces las denuncias eran ciertas, a veces no, pero siempre eran dañinas.
Ahora sucede que a Méndez se le retobó un productor que se llevó una serie de filtraciones, y que fueron difundidas por un humilde Stiusso cordobés, hombre de los Servicios y la Iglesia (que vienen a ser casi la misma cosa, pero unos usan sotana para traficar los secretos). En esta maraña de tahúres, el productor difundió videos en los que el impoluto, irredento, incorruptible, valiente y valeroso Tomás Méndez negociaba con el gobernador de la Comarca media a quién podía incendiar y a quién no. Qué personajes se exponían al escarnio, y cuáles se protegían en el anonimato. Se habló, en el video, de empresas, testaferros, candidatos. Se acordó que Méndez castigaría al inefable intendente de la Comarca chica, como si hiciera falta…
Y todo ello a cambio de que el gobernador financie la campaña a intendente de Méndez. El video es directamente pornográfico: es una cámara oculta filmada por el mismo Méndez, que no pierde las mañas. Aparece el mismo gobernador, que le ofrece cosas explícitamente, sin ambigüedades, aparece su mano derecha en los negocios, aparece su testaferro político. O mano derecha política y testaferro en los negocios, ya el Opa se confunde.
El dizque periodista de investigación denunció que fueron los servicios los que le robaron esas filmaciones, pero no dijo ni una palabra de las cosas que negoció con el gobernador. Puntualmente, con una precisión que confirma cada palabra, durante los meses siguientes Méndez apenas mencionó al gobernador y sus testaferros, con apenas la liviana banalidad de los chusmiatras de vedetongas. ¿Qué es un chusmiatra? Un especialista en chusmerío barato, insustancial y disipante. Como Méndez. ¿Qué es una vedetonga? Una persona que entrega sus plumas y lentejuelas, cotizado por las cámaras de TV. Cómo Méndez.
Decíamos que ningún periodista nace chorro. El Opa se permite dudar de este aserto. No sabe si la inmoralidad rampante de los periodistas venales de la Comarca, de toda la Comarca, es una condición innata o aprendida. Y talvez sea irrelevante. Leer cualquier medio es sentarse a leer mentiras, chusmeríos, a lo sumo medias verdades para encubrir negocios ajenos.

El Opa no descree de la libertad de prensa, ni del valor importante de la prensa para difundir ideas y construir democracia. Más bien piensa que la situación más bien pestilente de la democracia de la Comarca tiene mucho que ver con la calidad y decencia de sus periodistas. No sabe el Opa si viene primero el huevo o la gallina, pero definitivamente las crueldades que han asolado a la Comarca no habrían sido posibles si esos señores que se dicen periodistas no hubieran sido casi todos tan Tomás Méndez, tan Carlos Hairabedián, tan Miguel Clariá. Vanidosos, venales, corruptos y coimeros. No, señores jueces, no hablo de ustedes. Hablo de los periodistas. Vaya coincidencia.