domingo, 26 de julio de 2015

Dictaduras y dictablandas

Al Opa nunca deja de sorprenderlo la insoportable levedad de los debates en la Comarca. Cree que de todos los males que dejarán la Presidenta María Estela Fernández de Neón y sus acólitos, el peor será la entronización de la mediocridad más chota, de esa celebración de la chicana ramplona a la que confunden con “el debate” a falta de mejor cosa. El Opa los escucha repetir eslóganes como orates, y mira para el lado de la Opo y escucha otros eslóganes parecidamente superficiales pero de signo aparentemente contrario. Mucha sarasa insustancial, mucho ideologismo profundo como una palangana, y una pavorosa indigencia intelectual para profundizar cualquier debate. Por las dudas.
Ahora la Señora de los Almuerzos, célebre fósil televisivo de la Comarca, ha dicho que la Presidenta es una dictadora. Frase desafortunada, banal y pavota. Horas de “debate”, ríos de tinta a favor o en contra de la Señora y de sus dichos, los pavorreales del relato se hincharon pletóricos de indignación Nac&Pop, y como son ardorosos defensores de la democracia, procedieron a amenazar a la disidente con exhumar sus secretos de alcoba.
Para ser más claro: un terrorista reciclado como diputado nacional se refirió al pasado de la Señora, atribuyó su estrellato de hace décadas a su tránsito por alcobas oficiales y ajenas. Entre tanto revisionismo de neceser, entre tanta antropología de complicidades con las dictaduras genocidas de la Comarca (en las que Ella y Él se enriquecieron, hay que recordarlo), a la progresía militonta se le pasó por alto esa escatológica auditoría de calzones ajenos.
Al Opa no lo asusta lo que diga un Montonero arrepentido, porque al fin y al cabo siempre fueron fascistas. Al Opa lo entristece hasta la médula que la progresía militante no encuentre ningún problemita “de género” en la amenaza del diputado. Tanto que marcharon con los cartelitos de “Ni una menos”, tanto que se jactan de tener una presidenta mujer (que antepone su visión católica para impedir el aborto regulado), tanto que cacarean sobre la igualdad y otros relatos, ahora cuando tienen servida la oportunidad del escrache moralizante, ahora se quedan calladitos. No lo sorprende al Opa, porque se han quedado callados siempre. Nada más triste que el silencio cómplice de los progresistas de la Comarca. Nada más repugnante que su doble moral oportunista y cobarde.
No lo asusta al Opa que lo acusen de defender al fósil de los almuerzos: en un mundo idiotizado la monada considera que si uno no está de un lado es porque está del otro. El Opa les pide que entonces expliquen qué tiene de malo la dictadura, si hasta Néstor se enriqueció en ella desalojando al pobrerío en los inviernos australes para engordar los bancos cipayos. Si hasta recurrieron a un genocida para conducir al Ejército y construir una red de buchones que tributan a la Presidenta Fernández de Neón. Si la mitad del gabinete fueron funcionarios públicos en esos años. Incluyendo a la cuñada presidencial. Si el hombre fuerte de la seguridad en la Comarca es un coronel Carapintada que se levantó contra la democracia incipiente. Si asumimos que todas estas cosas son menores, también lo es que la Señora de los Almuerzos haya sido la anfitriona favorita de cuanta dictadura asoló la Comarca.
Pero estas sutilezas no llegan a iluminar a los militontos. Están encandilados por el odio selectivo, desorientados porque ahora tienen que ir a votar, y aplaudir, y justificar al mismo tipo al que despreciaban con fervor hasta hace diez minutos. Los progresimios de la Comarca se rieron, junto con los intelectuales a sueldo de la Biblioteca Nacional, cuando un dirigente “del palo” se burló de la discapacidad del mismo tipo que ahora “representa al modelo”. Llegaron a la bajeza de mofarse de una desgracia pretérita: así lo odiaban. Ahora lo aman. O lo apoyan. O lo que sea.
Esa misma gente ahora no se inmuta cuando un comisario moral amenaza a una mujer anciana con revelar sus trapisondas de antaño si sigue opinando que la Presidenta es dictadora. Tampoco se inmutó cuando le volaron los sesos a un Fiscal que sabía demasiado, porque rápidamente se alinearon con el discurso oficial: se mató solo. Y se mató por puto, por chanta, por cagón y por cipayo. Gente de esta catadura se rasga las vestiduras contra los innobles jueces de la Comarca, pero sólo si osan investigar el patrimonio y los negociados oficiales. Cuando prevarican a favor del poder y la familia son jueces legítimos.
El sainete bobo de la Señora de los Almuerzos se terminará pronto, cubierto por algún otro episodio de vergüenza nacional. Quedará apenas el eco de los escandalizados por sus palabras. Quedará la complicidad con la amenaza stalinista del terrorista con banca. Quedará una discusión que se mantuvo deliberadamente en el plano de la estupidez (¿dictadura sí o dictadura no?), porque si se profundiza y se describen los contornos del autoritarismo, se descubrirá que sus líneas van definiendo, de a poco pero con certeza, el rostro de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Está en el ADN del movimiento, pero como a nadie le gusta asumirse autoritario es más fácil pelearse contra el hombre de paja: la dictadura.
Como si el autoritarismo como delimitación violenta de la disidencia política se limitara a una flota de Falcon verdes, a las hogueras donde ardieron libros prohibidos, a la cesantía de profesores notables, al  exterminio de militantes entregados por sus dirigentes. Como si el autoritarismo no funcionara como una escala móvil que según las épocas y las modas se desplaza entre el exterminio y el bardeo por cadena nacional, entre el gelamón y la AFIP, entre la ESMA y el Consejo de la Magistratura.

El Opa no es muy listo, pero lo asiste una sensibilidad que le eriza la piel ante la brisa pesada de los autoritarios de cualquier pelaje, incluso de los posmodernos. Porque ha nacido y vive en la Comarca, donde la disidencia al populismo se pagó y se paga con la cesantía, el desprecio y el sopapo. Donde cualquier patotero de barrio se cree con derecho a contarte las costillas para preguntarte en nombre de quién hablás.

sábado, 18 de julio de 2015

Fe de ratas, y el gorilismo boomerang

El Opa comienza este post admitiendo y disculpándose por el grosero error de cálculo que ha cometido en el post anterior. En él, asumía que el menjunje que competía por la gobernación de la Comarca mediterránea en nombre de su desdichado partido resultaría ampliamente perdedor, y sería derrotado hasta por los militontos de la Presidenta María Estela Fernández de Neón. Se equivocó. Compró la operación de encuestas falaces de esa caterva de trúhanes que se hacen llamar “consultores políticos”. Piensa el Opa que ningún consultor nace chorro, pero son casi como los periodistas: taumaturgos capaces de crear ficciones y operetas al mejor postor.
Este rejunte que propuso como candidato a gobernador a ese triste George Bush del subdesarrollo que alegremente se hace llamar “el milico”, terminó obteniendo un segundo lugar a escasos seis puntos del ganador. El partido de la Señora Presidenta terminó tercero y lejos, con un miserable 17% después de persuadir a la ciudadanía con una lluvia de rupias y tombuctúes de que estaba cerca del premio mayor. Hasta el Opa se creyó el relato, así de inerme se encuentra frente a las mentiras públicas. Como todo el mundo en la Comarca, le aclaran.
Lo insólito del asunto es que ni bien contaron los votos, en lugar de festejar su inopinado segundo puesto con un más que respetable 33% (por la invotabilidad del candidato), “el milico” y sus adláteres utilizaron cuanto micrófono tuvieron a mano para atribuirle la derrota al intendente de la Comarca vecinal. El más pernicioso de sus elementos, el incombustible Luí Jué, no tuvo empacho en sostener, en plena campaña, que el intendente no aportaba lo que tenía que aportar. No se sabe bien a qué se refería, pero el único departamento en el que ganó “el milico” fue en la Capital, conducida justamente por el intendente. En las proficuas praderas ganaderas de la Comarca, allí donde “el milico” se convirtió en vocero oficioso de terratenientes, sojeros y toyotistas, allí resultó minuciosamente despreciado en favor del candidato oficial. Perdió entre su electorado primigenio, y en varios lugares obtuvo sólo la mitad de votos que el ganador. Perdió como chancho.
El Opa intuye, como intuyó todo el mundo, que habría algo más detrás de esas declaraciones de campaña y de esa bravata al cierre del escrutinio. El misterio se develó al día siguiente, cuando el yerno del “milico” lanzó su candidatura a intendente por el mismo partido. Comenzó un vodevil vergonzoso, con especulaciones cruzadas en un marco de alianzas y traiciones de folletín. El muchacho inscribió su candidatura, con el apoyo explícito de su suegro, del Luí, y se diría que de nadie más. Esa candidatura conspiraba contra la reelección del intendente, que había sido acordada en la misma negociación que convirtió al “milico” en candidato a gobernador, al Luí en candidato a senador nacional, y a este triste muchacho en candidato a legislador provincial. Cobraron todos, pero ni bien se aseguraron la banca patearon el tablero.
Corrieron a la Capital de la Comarca a ofrendarse ante su santo patrono con los pantalones bajos. El accionista principal balbuceó alguna cosa que no comprendieron, y volvieron a la provincia preguntándose qué hacer. El Luí comenzó su campaña junto con la Olga, espantoso mandril aquerenciado, antigua primera dama provincial y virtual interventora de la municipalidad cuando el peronismo se quedó con todo. La Olga salió de escena cuando el Luí, en aquél lejano momento Fiscal Anticorrupción, la encontró en un aeropuerto con valijas clandestinas de dinero público. El escándalo terminó con la visibilidad de la Olga y con la carrera del Luí como fiscal, y lo proyectó hacia el estrellato como víctima propiciatoria que luego facturaría convirtiéndose en intendente de la Ciudad. Parafraseando al viejo Balbín, aquellos viejos enemigos hoy son amigos. O aliados. O cómplices. O algo por el estilo. Los une la tirria contra el intendente actual. Los une la envidia, el resentimiento, y las ganas de quedarse con los negocios.
La Olga le respondía a otro candidato a presidente, un diputado termocefálico que aspira a ser tercero en discordia entre el obediente Daniel Osvaldo (amanuense de la Señora) y Mauricio, el accionista principal de la empresa política donde cobró el Luí su senaduría. El “milico”, su yerno y el Luí se dejaron llevar por el rencor y propiciaron una candidatura que impacta directamente en las chances presidenciales de Mauricio, el único que les juntaba las cabezas. Apuntan a hacer perder al intendente, más para cobrarse venganzas y mezquindades que por voluntad de victoria. Apuntan, por analogía, a que Mauricio pierda las elecciones en la segunda ciudad de la Comarca, y quede herido para el resto del calendario electoral.
Al momento de escribir estas líneas el Opa supo que finalmente el partido les ha bajado la caña, les ha cerrado las puertas, y los ha marginado de la contienda por la ciudad. Se declararon abstractas las internas porque el partido ya había inscripto una alianza con unos candidatos determinados en el marco de ese acuerdo primigenio. Y punto.
El Opa considera que es una maniobra estalinista y conservadora que clausura el debate y la posibilidad de competir. Pero “el milico” y su yerno ya se habían favorecido con la maniobra original, que les permitió ser candidatos por derecho divino impuestos por el dedo fálico de la Capital de la Comarca. Llegaron a sus candidaturas en el caballo del comisario más soberbio, y al amparo de sus charreteras y trabucos se quedaron con cuantos cargos quisieron, despreciando a dirigentes que querían competir democráticamente. Violaron la ley y la Carta Orgánica para ser ungidos en el marco de un unicato oligarca.
Ahora se cayeron del caballo, los volearon de un planazo y los condenaron al rincón de los inicuos. No serán perdonados, y no merecen perdón. El Opa lo lamenta por el muchacho, que sabe leer de corrido y hablar con cierta propiedad, lo cual es un lujo en la legislatura de la Comarca. Tenía un gran futuro, dañado ahora por la soberbia y las malas pasiones, por un suegro ególatra y mezquino y un socio resentido y traidorazo. También, por la compañía de una cohorte de soberbios ahítos de ignorancias. El Opa no lo lamenta. Si el muchacho es listo, sabrá sacudirse esos lastres y reinventarse mientras esté en la Legislatura. Si no, no se perderá demasiado.