domingo, 22 de noviembre de 2015

Profecías


Hoy hubo elecciones en la Comarca: la tan mentada, temida y esperada segunda vuelta. Había que elegir entre dos candidatos que eran las caras complementarias de la misma moneda, paridos para la vida pública en la misma época y con la profundidad conceptual de una palangana chica. Sin embargo, después del trauma de los helicópteros y los presidentes volátiles, y después de doce años de peludear ese trauma con la épica neo-setentista de un populismo flojo de papeles, una de las cosas que se ha perdido es la serenidad para comprender lo que está en juego. Así, algunos te quisieron convencer de que hoy se jugaba la patria entera contra el enemigo invisible, y que Salvador Allende se enfrenta con Hitler en una justa de ribetes macabros. Otros te quisieron convencer de lo contrario, de que Winston Churchill está a punto de expulsar a Pol-Pot del santuario republicano. El Opa ya ha afirmado que descree de ambos relatos.
Sin embargo, se tropieza con las profecías que embadurnan las redes sociales y los espacios donde interactúan Sarracenos y Pleistocenos. Tras los muros de la Comarca sordos ruidos oír se dejan de corceles y de aceros. Corceles para huir del candidato derrotado, aceros para defenderse de la tormenta judicial que parece aventar el cambio de clima. Pero allí en el descampado, en el llano, habitan los amigos del Opa que adhieren a la Presidenta María Estela Fernández de Neón, que hoy deambulan entristecidos y enojados. Allí las profecías son más vagas y genéricas, aunque no por eso menos angustiantes.
Los científicos se han persuadido de que los mandarán a lavar platos, como hizo un funesto ministro en los malditos noventa. Ministro que intercambió prolijas alabanzas con Él, y quien le enseñó a encanutar en Suiza los fondos de la privatización de YPF, pero que ahora conviene despreciar con entusiasmo militante. Los empleados públicos, aunque se hayan ganado el puesto por concurso o dependan de las provincias y no de la Nación, también tiemblan como hojas en el viento augurando una guadaña que los arranque de cuajo de su trabajo. El Opa no tiene amigos que sean manifiestamente ñoquis, es decir que deban su puesto exclusivamente a su militancia en alguna de las múltiples ramas del Partido Único. Por eso no puede hablar por ellos.
El Opa cree que exageran sus amigos. En primer lugar porque sus trabajos parecen asegurados, o dependen de factores ajenos a la victoria o derrota de uno u otro candidato. En segundo lugar porque todo indicaría que el guadañazo que auguran comenzará –si es que lo hacen- por alguno de los miles de empleados que inundaron la administración pública en los últimos meses. El Opa sólo puede tener alguna preocupación por los trabajadores genuinos que construyen desde el ámbito público, como sus amigos. Pero no tiene ninguna por los que han colonizado el Estado como si fuera la caja generosa de su partido político. Los que entraron por la ventana y a lo bruto, acaso merezcan salir de la misma manera.
Ahora bien, no desconoce que se vienen tiempos bravos. Pero está persuadido de que esos mismos tiempos vendrían con el candidato del relato. El Opa ya ha explicado que el candidato derrotado hubiera contado con la venia marcial de los gobernadores, el Congreso, los milicos y los frailes, y los “pibes para la liberación”. Si hasta se atrevió a insinuar un gabinete donde predominaban las tonfas y los calabozos, el gatillo fácil y la picana como instrumento de pacificación social: mostró sus cartas para el período que se abre. Declaman estentóreos los amigos del Opa que no, que de ninguna manera, que hubiera sido siempre más permeable a un “ajuste con sensibilidad social”, como si tal cosa fuera posible. El Opa cree que es un acto de fe. Un esfuerzo generoso y noble para imaginar que el destino será distinto, pero tan de patadas con la realidad como los esfuerzos opuestos para ver a Abraham Lincoln en el candidato ganador.
En medio de tanta profecía, sabe el Opa que los militantes del relato harán un esfuerzo hercúleo para confirmarlas en cada acto de gobierno, por banal que sea. Y desde luego que las encontrarán, porque el Opa no se engaña con el ajuste que viene. Pero verán el ajuste sanguinario en las cosas más banales, e insiste el Opa en esa palabrita. Banales por insignificantes, pero también por indefendibles. A no confundir: habrá tijeretazos insignificantes, y los habrá más dolorosos. Los habrá insoportables, y el Opa marchará en las calles junto a quienes defiendan un derecho legítimo; y los habrá indefendibles cuando se trate de defender el botín saqueado en este noviembre.
Para ser más claro: si se eliminan gran parte de los subsidios a los servicios públicos que disfruta la capital de la Comarca, sus habitantes pagarán por la luz, el gas, el agua, lo mismo que cualquier habitante del interior. El Opa no encuentra inconveniente en ello. Pero sabe que los militantes de la Presidenta defenderán la expoliación centralista como si se tratara del núcleo duro del mismísimo Estado de Bienestar.
El Opa termina con una reflexión en medio de la angustia circundante (reitera que muchos de sus amigos adhieren al relato). Cree que se terminó la época del vituperio por Cadena Nacional, de la AFIP como una Gestapo vengativa, cruel y selectiva, de la necesidad de profesar la fe oficialista para obtener un puesto de trabajo o una prestación del Estado. Cree que se terminó el fascismo simpaticón y gregario de cuadrarse frente al Líder, so riesgo de convertirse en un cipayo. Cree que no habrá más caza de brujas en la Comarca.

Y sabe, con certeza inconmovible y desolada, como caminante de regiones inhóspitas, que no existe emancipación colectiva sin autonomía individual. Que sin personas dignas y firmes en sus derechos, lo que queda es una masa premiada o castigada según la intemperante voluntad del Mesías de turno. Es lo que va de un pueblo digno a un Leviatán. Y de eso se trata la democracia verdadera.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Votar en blanco

 La vida en la Comarca exige una serie de paciencia impropia de este mundo. Tanto así que el Opa ya tiene sus gónadas al plato con las chicanas cruzadas y los improperios sotto voce y no tanto que se liga por ser ora k, ora anti k. En realidad el Opa no es ninguna de esas cosas, y en el debate de parvulario acalorado en el que se entretienen Sarracenos y Pleistocenos prefiere mirar la cosa medio desde afuera. No porque se crea más listo que el resto, sino porque lo apabulla el ruido de tanta perorata hueca. Mira desde afuera, no desde arriba.
Ahora se perora sobre la segunda vuelta. El candidato de la Presidenta María Estela Fernández de Neón comenzó muy mal este sprint electoral, con una campaña de miedo que fue rápidamente neutralizada por el ridículo. Pero como el ridículo a esta gente le gusta, desempolvaron la memoria noventista para acusar al opositor de simbolizar esa década nefanda. El Opa cree que ni a propósito se pueden pegar tantos tiros en los pies.
El candidato opositor durante esa década vivió de su actividad privada. El candidato oficial fue funcionario del temible tigre de los llanos, a quien no mencionaremos porque su nombre trae mala suerte (el Opa se toca, discretamente, la gónada derecha). La mayoría del elenco gobernante, incluyendo a la Presidenta Fernández de Neón y a su cónyuge, el barrilete cósmico, también fueron funcionarios de esa década. Como casi todo su gabinete de hoy. Forzaron, propiciaron, celebraron y cobraron en cada uno de los negociados y saqueos que asolaron la Comarca. Fueron Hunos enriquecidos, súbitos aduladores de un Atila que ahora desconocen y vituperan (mientras se tocan, discretamente también, la gónada derecha), han sido parte de las estampitas de una década de la que responsabilizan a un tipo que no era funcionario.
El Opa no encuentra diferencias serias entre ambos candidatos. Vaporosos, acomodaticios, contradictorios al compás de sus asesores de imagen, con la profundidad de una palangana y editados como un mal cuento, simbolizan versiones apenas diferentes de la misma idea. Son neoconservadores tratando de acomodarse a un relato populista, más o menos “progre”, o más o menos “moderado”. Uno de ellos ya mostró sus cartas: ha propuesto a un penitenciario y un carapintada para manejar justicia y seguridad, prometiendo que no tolerará más piquetes en la Comarca. Se ha vuelto Duhalde. Y cuando sus esbirros salgan a matar al pobrerío movilizado, el diario que lo acompaña dirá que la crisis se cobró más nuevas muertes.
El otro se ha mostrado más sereno, casi magnánimo. Pero se le nota la hilacha, proponiendo a un ultramontano salido de las catacumbas de la Inquisición. El Padre Rigoberto debe estar feliz. Pero también sus economistas se han hablado encima, prometiendo un país para las 20 manzanas que rodean a la Casa de Gobierno de la Comarca. Piensa el Opa que de todos modos no tendrá el poder necesario para imponer sus ideas. Afortunadamente.
Al Opa lo espantan los dos candidatos. Y que siente que no tiene por qué votar a gente que le causa repulsión. El Opa siempre ha creído que en el juego de la democracia uno siempre encuentra a quién votar, porque la mersa es grande y variada, como diría el amigo don Julio. Y que por eso uno siempre tiene que buscar a alguien que lo represente en sus ideas o proyectos. Y que en eso se juega la lealtad a la democracia y al estado de derecho, palabras grandotas que el Opa aún enuncia con respeto.
Pero ahora hay un ballotage. Hay sólo dos opciones. Y encima se parecen tanto que tienen que recurrir a imaginarios políticos que ninguno de los dos pueden honrar: el candidato oficial no podrá ampliar derechos, ni el candidato opositor fortalecerá la república. Los dos emiten cheques que no pueden pagar para encubrir una pavorosa indigencia de propuestas. Los dos representan un escenario repulsivo que terminará previsiblemente con gente hambreada.
Se nos pide votar con responsabilidad, y que comamos todos los sapos que nos arrojen por cadena nacional porque, aun si nos asquean, tenemos la obligación de pensar en el otro. Nos psicopatean barato para votar a un candidato que ya tiene la tonfa lista para salir a aporrear a los mismos pobres en cuyo nombre debemos votarlo. Nos psicopatean más fino en nombre de un futuro republicano y sanamente liberal en el que nadie cree. El Opa no tiene ganas de votar a ninguno.
Votar en blanco puede ser una forma de expresar un rechazo, una herramienta para decir que uno no compra esos buzones ni quiere hacerse responsable por una mentira o por otra. Despejada la cuestión ideológica, esa vedette mal afeitada, uno puede tener razones para votar a uno o a otro, pero jamás para forzar a los demás a votarlo. No elegimos entre don Chicho Allende y don Konrad Adenauer. Votamos entre dos yogures dietéticos con componentes altamente cancerígenos.

Por eso el Opa se rebela. Para las huestes K, si uno vota en blanco le está haciendo el juego a la derecha. Para las huestes centralistas, si uno vota en blanco le está haciendo el juego a la Cámpora y a Aníbal. Hasta a los pobres troskos, que el Opa mira con piedad condescendiente, están siendo psicopateados por los fascistas al servicio del mismo gobierno que los revienta a balazos donde los encuentra. Ellos votarán en blanco. Lo bien que hacen: votar al verdugo propio es de idiotas y de peronistas. Los tristes troskos de la Comarca no son del todo ninguna de esas cosas. El Opa tampoco.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

El ajuste se escribe con K

Hoy el Opa se aventurará en los tenebrosos meandros del futuro. Sin saber muy bien con qué, y munido solamente de su experiencia de vida en la Comarca, se ha puesto a conjeturar sobre el destino que les aguarda a Sarracenos y Pleistocenos al término de las elecciones que se nos vienen encima como un tren enloquecido. El futuro, se sabe, viene cargado de invocaciones funestas y nubarrones dispersos. Se sospecha que, venga lo que venga, será peor que lo que hubo. Cada uno hará las cuentas lo mejor que pueda, a fin de cuentas nadie sabe mejor que uno lo que necesita, lo que quiere, lo que está dispuesto a perder y lo que desea ganar. Pero se habla del miedo, que tiene un rostro que se conoce bien en la Comarca: el ajuste.
El Opa se puso a pensar en esto del ajuste. Como cada vez que se termina una fiesta, quedó en el suelo de la república un alfombrado de papelitos, manchas extrañas, botellas vacías, colillas de cigarrillo y algunas cosas rotas. También, algún que otro borracho que insiste en cantarle a la luna cuando hace rato que ha amanecido. Entonces, llega el momento de ponerse a limpiar y ordenar la casa. Toda la discusión sobre el ajuste consiste en saber qué se tira, que se lava y que se guarda.
El ajuste.
Se puso a pensar el Opa que los dos candidatos para el ballotage evitan hablar del asunto, y cuando son apurados dicen que no lo habrá. Luego, sus propios asesores los desmienten por lo bajo, suponemos que para decir lo que los candidatos no pueden decir. Ahora bien, se pregunta el Opa quién de los dos está en mejores condiciones para hacer un ajuste salvaje, de esos que dejarán a la Comarca exhausta y prometiendo no beber más del licor traicionero del populismo.
Uno de los candidatos tendrá el apoyo de los gobernadores de su partido, que necesitan aliviar su gasto público si quieren atraer las inversiones que se fueron en la década ganada. Tendrá el apoyo de su partido en el Congreso de la Comarca, porque no olvidemos que a la hora de la obediencia se trata de un partido verticalista en el que no se discute ni siquiera el candidato del modelo.
Será apoyado por ellos, pero sólo para hacer el trabajo sucio. El Opa ya ha descripto cómo su discurso después de las elecciones sonó a derrota y resignación, y cómo los siniestros caciques de su partido lo desprecian con énfasis moderado: casi no han movido un dedo por él, y tampoco lo harán en las elecciones próximas. Sin embargo, lo apoyarán gustosos en un ajuste salvaje porque preferirán que sea él quien se llene las manos de sangre ajena.
El Opa mira el gabinete que ha propuesto el candidato del relato, y en él brillan rutilantes los más violentos represores del campo popular. Esos nombres deberían servir como advertencia: quiere la memoria que se recuerden los personajes que venían con el General al regreso de su largo exilio, porque en ese avión de Alitalia quienes compartían los espacios más cercanos eran los más siniestros matones de la Comarca. Nadie quiso advertir esa llamada de la realidad, mucho menos quisieron advertirlo los mismos que pretendieron usar al General como ariete para su guerra revolucionaria. Les resultó más fácil hacerse los distraídos, y después acusar al General de traidor.
Lo mismo ocurre ahora. El club de fans de la Presidenta María Estela Fernández de Neón se propone a sí mismo como “los pibes para la liberación”, en una poética licencia que rememora aquella década sangrienta y despiadada. Con cinismo, apoyan ahora a un candidato que tiene todas las herramientas necesarias para un ajuste sin anestesia: incluyendo a los represores. Con cinismo también, se mantendrán silenciosos y sumisos cuando caiga sobre el pueblo la guadaña del ajuste. Con el mismo silencio que mantienen frente a los trenes que chocan destrozando laburantes, frente a los inundados porque las rupias y tombuctúes para los desagües se convirtieron en propaganda naranja, frente a los aborígenes masacrados por los gobernadores “del palo”, frente a los fiscales que se suicidan disparándose casi en la nuca.
El Opa conoce ese silencio: lo vivió en los 90. Cuando la llamarada privatizadora se llevó lo que quedaba de un Estado saqueado y terminó con un 20% de desocupación, los sindicalistas del partido se dedicaron a sus millones y sus empresas. A sus negociados y matufias. Se callaron frente al hambre. El mismo silencio resuena ahora en la conducta de los jóvenes del relato.
¿Y el otro candidato? Ícono cultural de la década maldita, cada vez más cerca de ser electo presidente, tendrá un escenario muy adverso para intentar un ajuste salvaje. Tendrá un Senado en absoluta minoría. Tendrá una Cámara de Diputados fragmentada, y en ella los peornistas se volverán combativos con el mismo fervor con el que se callarán la boca si el ajuste lo realizan ellos. Tendrá a los sindicatos en pie de guerra, súbitamente despiertos porque la inflación que no existe les come el salario a los trabajadores. Tendrá a los gobernadores dispuestos a extorsionarlo públicamente pero negociando por abajo. Tendrá a los estudiantes, unánimes en el repudio, constantes en el rechazo al recorte educativo. Tendrá a los laburantes de la Comarca, de a pie u organizados, vigilando cada centavo.
Por paradójico que suene, el ajuste salvaje tiene más oportunidades con el candidato del relato que con el candidato de la Opo. Simplemente porque el primero tendrá un apoyo, una complicidad y un silencio que el otro no tendrá nunca. Simplemente porque los militontos se agacharán sumisos y marciales frente a uno, pero pelearán combativos frente a otro. Porque al peornismo se le permite el hambreo, el robo descarado, la violencia y la muerte. Son la excepción a la república, y como tal se los exime de sus humildes requisitos.

El Opa piensa, entonces, que el candidato que propone mantener todo es el que más poder tendrá para destrozar todo. Y el candidato garroneado por la campaña del miedo, es el que menos espacio tendrá para recortar derechos. Así de insensata se ha vuelto la Comarca cuando se termina el relato y se agudizan las contradicciones.